Hace unas pocas semanas, una agencia creativa despidió a su equipo comercial entero.
Lo sustituyó por un sistema de IA que analizaba datos, automatizaba mensajes, personalizaba ofertas y cerraba ventas desde un CRM sin alma pero con precisión quirúrgica.
Y funcionó.
Durante 6 meses, facturaron más que nunca.
La IA no se cansaba, no tenía inseguridades, no procrastinaba.
Solo vendía.
Hasta que un día, todo se desplomó.
Clientes cancelando.
Comentarios negativos.
Reputación por los suelos.
¿La razón?
Nadie estaba escuchando.
Nadie entendía al cliente.
Nadie tomaba decisiones con criterio humano.
La IA sabía vender.
Pero no sabía leer los matices, el contexto, las emociones.
No sabía cuándo parar. Ni cuándo escalar. Ni cuándo ofrecer sin parecer un robot desesperado.
Y aquí está la ironía:
En un mundo donde la IA puede hacer el 90% del trabajo…
el 10% que queda es lo que más vale.
Ese 10% es visión.
Es dirección.
Es saber cuándo hablar, cómo comunicar, qué ofrecer y a quién.
Es lo que diferencia una venta automatizada… de una relación rentable.
Por eso existe FLOW.
Porque no compites con la IA vendiendo más rápido.
Compites vendiendo mejor.
Con estrategia. Con intención. Con mentalidad empresarial real.
– FLOW es el club donde aprendes a dirigir, no solo a ejecutar.
– Donde el foco no está en hacer más, sino en hacer mejor.
– Donde vendes desde la claridad, no desde el algoritmo.
Antes de que la IA te reemplace.
O peor: antes de que tú te conviertas en una.