Cómo un vaso de horchata puede enseñarte a escalar tu negocio

De paseo por Alicante… y una lección inesperada

Hace unos días, estábamos en Alicante, disfrutando de un helado con unos amigos y nuestras hijas frente al Mercado Central, justo en esa calle peatonal tan animada.

Todo tranquilo, hasta que algo nos llamó la atención: grupos y grupos de turistas bajaban de un crucero directo a un único lugar… no era el mercado, ni una tienda de souvenirs.

Todos iban a probar horchata de chufa.

Nos pareció curioso.

¿Qué tiene de especial esta horchata?

Luego descubrimos la clave: era parte de una excursión organizada por Costa Cruceros, llamada “Visita de Alicante y degustación de horchata de chufa”.

Una ruta guiada con una parada obligatoria para probar el “líquido blanco” más famoso del Levante.

Y ahí, mientras tomábamos nuestro helado, nos dimos cuenta: este pequeño gesto esconde una gran estrategia empresarial. Una lección sobre especialización, valor diferencial y escalabilidad.

¿Qué tiene que ver la horchata con escalar tu negocio?

Muchísimo. Y lo mejor es que las claves estaban delante de nosotros, servidas en un vaso frío y con pajita.

Porque lo que parecía una simple parada para refrescarse bajo el sol de Alicante, resultó ser una clase magistral de estrategia empresarial… con sabor a chufa.

La primera lección fue clarísima: la especialización es una superpotencia.

Ese local no está vendiendo horchata porque sí.

No compite con los cien bares de la zona que ofrecen bebidas similares.

No.

Ese lugar ha elegido su batalla: servir horchata como parte de una experiencia cultural para turistas.

Y eso cambia las reglas del juego.

Porque cuando te posicionas tan claro, puedes permitirte cobrar más, generar márgenes más altos y destacar en un mercado saturado.

La segunda lección llegó en forma de sonrisa de una turista alemana haciéndose una foto con su vaso.

No están vendiendo un producto, están vendiendo una historia.

Una tradición.

Un momento para compartir, para publicar en Instagram, para recordar. Y cuando conviertes tu producto en una experiencia, automáticamente aumenta el valor percibido.

El precio deja de ser un problema y pasa a ser parte del paquete.

Luego lo vimos clarísimo: están hablando con el cliente correcto.

No están tirando tiros al aire, esperando que alguien pase.

Su comunicación, su enfoque, su producto… todo está diseñado para un público muy específico: el turista de crucero.

Gente con tiempo limitado, con ganas de saborear lo local, con predisposición a gastar.

Cuando tienes tan claro quién es tu cliente ideal, todo lo demás se vuelve más sencillo.

Y más rentable.

Y aquí es donde entra la palabra mágica: escalabilidad.

Si algo funciona bien y está bien diseñado, se puede replicar.

¿Qué impide que esa experiencia se lleve a Valencia, a Málaga o a cualquier otro puerto turístico?

¿O que se complemente con degustaciones premium, catas combinadas, productos derivados o incluso una tienda online?

Nada. Al contrario: el modelo pide crecer.

Y la guinda del vaso: menos productos, más foco.

No hace falta una carta infinita ni 20 líneas de negocio.

A veces, un solo producto (Bien contado, bien posicionado y bien gestionado) puede darte mucho más que un catálogo entero.

Porque cuando te enfocas, todo encaja: los costes bajan, el mensaje se afina, los recursos se optimizan. Y los resultados… se disparan.

¿Y si lo aplicas a tu negocio?

Este modelo es aplicable a casi cualquier sector. Algunas ideas:

  • Restaurantes: ¿y si dejas de ser «otro más» y te especializas en una sola tapa estrella? Puedes crear un concepto que atraiga a turistas y locales por igual.
  • Tiendas de productos locales: en lugar de vender “un poco de todo”, especialízate en un producto y conviértelo en experiencia: visitas, catas, talleres, souvenirs.
  • Moda: productos hechos a mano, con historia, con una experiencia de compra diferente (visita al taller, packaging especial, historia detrás de cada prenda).
  • Servicios turísticos: olvida los tours genéricos. Diseña rutas con un tema muy claro, con colaboraciones locales y una historia potente.

Conclusión: menos es más, si sabes lo que haces

Lo que vivimos ese día en Alicante fue más que una anécdota.

Fue una clase de marketing experiencial, posicionamiento y especialización en directo.

Un ejemplo perfecto de cómo un negocio local, con visión y foco, puede integrarse en una cadena de valor global (como un crucero) y convertirse en parte de una experiencia inolvidable para el cliente.

Así que ya sabes: si tu negocio no está creciendo como debería, quizá no necesitas hacer más cosas, sino hacer menos, pero mejor.

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